De niño la había escuchado en un crepitante disco cuya sufrida bakelita ya no aguantaba el peso de los pick-ups con diafragma de mica y tremenda púa de acero, la voz de Sir Harry Lauder venía como desde muy lejos y era así, había entrado en el disco desde las brumas de Escocia y ahora salía al verano enceguecedor de la pampa argentina. La canción era mecánica y rutinaria, una madre despedía a su hijo que se marchaba lejos y Sir Harry era una madre poco sentimental aunque su voz metálica (casi todas lo eran después del proceso de grabación) destilaba sin embargo una melancolía que ya entonces el niño Lucas empezaba a frecuentar demasiado.
Veinte años después la radio le trajo un pedazo de la canción en la voz de la gran Ethel Waters. La dura, irresistible mano del pasado lo empujó a la calle, lo metió en la Casa Iriberri, y esa noche escuchó el disco y creo que lloró por muchas cosas, solo en su cuarto y borracho de autocompasión y de grapa catamarqueña que es conocidamente lacrimógena. Lloró sin saber demasiado por qué lloraba, qué oscuro llamado lo requería desde esa balada que ahora, ahora sí, cobraba todo su sentido, su cursi hermosura. En la misma voz de quien había tomado por asalto a Buenos Aires con su versión de Stormy Weather, la vieja canción volvía a un probable origen sureño, rescatada de la trivialidad music-hall con que la había cantado Sir Harry. Vaya a saber al final si esa balada era de Escocia c del Mississippi, ahora en todo caso se llenaba de negritud desde las primeras palabras:
So you're going to leave the old home, Jim,
To-day you're going away,
You're going among the city folks to dwell-
Ethel Waters despedía a su hijo con una premonitoria visión de desgracia, sólo rescatable por un regreso a la Peer Gynt, rotas las alas y todo orgullo bebido. El oráculo buscaba agazaparse detrás de algunos if que nada tenían que ver con los de Kipling, unos if llenos de convicto cumplimiento:
If sickness overtakes you,
Ifn old companion shakes you,
And through this world you wander all alone,
If friends you've got not any, In your pockets not a penny—
If todo eso, siempre le quedaba a Jim la llave de la última puerta:
There's a mother always waiting For you at home, old sweet home.
Claro, doctor Freud, siempre la araña y todo eso. Pero la música es una tierra de
nadie donde poco importa que Turandot sea frígida o Siegfried ario puro, los complejos y
los mitos se resuelven en melodía y qué, sólo cuenta una voz murmurando las palabras de
la tribu, la recurrencia de lo que somos, de lo que vamos a ser:
And if you get in trouble, Jim, Just write and let me know —
Tan fácil, tan bello, tan Ethel Waters. Just write, claro. El problema es el sobre. Qué nombre, qué casa hay que poner en el sobre, Jim.